A finales de 1987, la caída de la Bolsa Mexicana de Valores frenó al mercado inmobiliario. Con el “Pacto de Solidaridad Económica”, al cabo de pocos años se generó un clima propicio para la inversión. En este contexto y el de la necesidad de reducir la presión inmobiliaria en las colonias centrales después del terremoto de 1985, se impulsó el desarrollo de Santa Fe en los terrenos expropiados por el gobierno a los dueños de minas de arena, en los años setenta. Para regular Santa Fe, el Departamento del Distrito Federal estableció una Zona Especial de Desarrollo Controlado (ZEDEC).
El plan maestro se realizó conforme al imaginario de la época: un entorno urbano en donde la gente se mueve de un espacio a otro en auto. Con la apertura a los mercados internacionales, se detonó un boom inmobiliario sin precedentes en la zona, y nacieron los primeros edificios inteligentes, los cuales ofrecían la más alta tecnología del momento. Entre las principales consecuencias del acelerado crecimiento de Santa Fe están la falta infraestructura de movilidad y el casi nulo espacio público. La presión que los desarrolladores ejercieron para seguir construyendo ha detonado la participación de asociaciones vecinales en diversos frentes, como el impulso a la creación de espacios públicos.