Las excavaciones arqueológicas para develar el Templo Mayor, iniciadas en 1978, detonaron las primeras acciones para la conservación del Centro Histórico de la Ciudad de México, abandonado desde finales de los años cincuenta del siglo XX. En 1980, se emitió la declaratoria federal que lo delimitó. De esta forma, el sitio quedó sujeto a un marco regulatorio, enfocado a la conservación de los elementos arquitectónicos y urbanos considerados de valor patrimonial, aunque sobrepuesto a la actividad social y la normativa urbana del sitio.
El 11 de diciembre de 1987, el Centro Histórico de la Ciudad de México quedó inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad, en conjunto con Xochimilco, pero fue hasta 1990, con la creación del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México, que se impulsó su revitalización sostenida. Entre los proyectos para su revitalización destaca la recuperación de los edificios del patrimonio de la UNAM, que han atraído estudiantes, académicos e investigadores y abierto una amplia oferta cultural.
Restauración de los anexos de la Calle de la Perpetua, Antiguo Palacio de Medicina
Con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994, los capitales internacionales tenían grandes expectativas de negocios inmobiliarios en Santa Fe y el Paseo de la Reforma, que se vieron truncados por el “error de diciembre”. Tras la recuperación económica, en 1998 el gobierno del Distrito Federal aprobó la construcción de la Torre Mayor, un rascacielos de inversión extranjera que detonó el regreso de la inversión privada al Paseo de la Reforma. Para atraer más inversiones globales, en 2001 el gobierno del Distrito Federal inició la rehabilitación del Corredor Turístico y Cultural Paseo de la Reforma-Centro Histórico, desde la Fuente de Petróleos hasta Bucareli y la avenida Juárez; el proyecto fue realizado en la Coordinación de Vinculación de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
A partir de entonces, en el Paseo de la Reforma se han construido más de 15 rascacielos que van de 41 a 60 niveles, principalmente de oficinas corporativas. En lo que se refiere al uso privado de los inmuebles, el corredor tiene un carácter trasnacional y cosmopolita. Como espacio público, sigue siendo un lugar de la protesta social y política, así como un escenario de la recreación popular. Este proceso de modernización ha dejado un “daño colateral”: la casi total destrucción de los inmuebles de fines del siglo XIX e inicios del XX.
La expansión urbana ha dejado importantes saldos en materia de deterioro de los espacios públicos de las ciudades y la movilidad de la gente. Encontrar soluciones a estos dos rubros se ha vuelto prioritario para encaminar a nuestras ciudades hacia un desarrollo sostenible. En nuestro país, la UNAM fue pionera al incorporar en Ciudad Universitaria sistemas de transporte como Pumabús y Bicipuma, para atenuar el tránsito vehicular en el Circuito Interior de CU. La participación de los especialistas de la Facultad de Arquitectura fue sustancial en el desarrollo de estos proyectos y su implementación.
En 2008, el Gobierno de la Ciudad de México creó la Autoridad del Espacio Público para coordinar y ejecutar los proyectos e iniciativas de entornos urbanos que promuevan la equidad social y el desarrollo sostenible. Los primeros equipos de trabajo de esta dependencia estuvieron integrados, principalmente, por arquitectos egresados de Facultad de Arquitectura de la UNAM, quienes continúan trabajando en proyectos de espacio público, ya sea desde esta u otras trincheras.
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Rescate de la Alameda de Santa María la Ribera
Estación del Metrobús Centro Cultural Universitario
Entorno de la Basílica de Guadalupe
En los últimos veinte años el centro ha sido motivo de importantes ejercicios de planificación. Por su herencia histórica y por su capacidad para adaptarse a las cambiantes necesidades de la sociedad, la recuperación del espacio público ha sido parte sustancial de la regeneración. La modernización de la infraestructura y el nuevo diseño de las calles, especialmente en sectores históricamente desatendidos, han contribuido a recuperar el sentido social del espacio público, lo que ha detonado procesos de regeneración en sectores específicos.
Devolverle la calle a los peatones es el eje central del mejoramiento del Centro Histórico desde 2007. Los proyectos han estado regidos por la creación de espacios más amigables para las personas, diseñados a escala del peatón, pero funcionales para todos los usuarios de la vía pública. La creación de los corredores peatonales ha sido fundamental para la reapropiación de la calle como escenario de la vida comunitaria, y el encuentro entre vecinos y visitantes del centro. La rehabilitación de calles es un proceso de largo alcance, pero también de largo plazo, que requiere del trabajo conjunto entre diversas instancias y la sociedad civil.